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jueves, 18 de junio de 2015

LA ESTÉTICA DE LESSING


La perfección consiste en la armonía de lo múltiple, y cuando esta armonía se concibe fácilmente, llamamos la perfección, belleza.
Gotthold Ephraim Lessing, Estética, p. 29.

... todo lo que el poeta convierte en asunto propio, conmueve mucho más que lo que sólo relata. Debe aparentar de abrigar él mismo los sentimientos que quiere suscitar; debe dar la ilusión de hablar por experiencia, y no únicamente por imaginación. En ésta, por cuyo medio sabe dar a su ágil espíritu, por breve tiempo, todas las formas posibles y ponerlo a tono con todas las pasiones, estriba precisamente su superioridad sobre los demás mortales; pero son totalmente incapaces de formarse un concepto de esa imaginación quienes carecen de ella. No pueden imaginarse cómo un poeta podría estar enojado, sin enojarse; cómo podría suspirar por el amor, sin sentirlo. Ellos que dejan despertar, dentro de sí, todas las pasiones sólo por realidades, ignoran el secreto de suscitarlas por medio de representaciones voluntarias.
ibíd., p. 33.

Más que al poeta, yo creo que Lessing describe aquí al artista, ya que su descripción no responde genéricamente al atributo esencial de todo poeta, que es el de crear arte con el exclusivo fin del autodeleite o como placebo que amortigüe sus dolores. Si un hombre logra conmover al público con un poema cargado de imágenes amorosas sin haber sentido jamás ese amor en sus propias entrañas, ese hombre ciertamente es un artista --logró conmover--, pero de ningún modo es un poeta (salvo que imagine sus historias por el mero placer de imaginarlas).
En mis escritos pretéritos dije alguna vez que "poeta y artista son una misma cosa". Hoy creo necesario hacer un distingo. Podríamos definir al artista como una persona capaz de despertar sensaciones placenteras en la gente valiéndose del arte, y podríamos definir al poeta como una persona capaz de despertar sensaciones placenteras en sí misma valiéndose del arte. Siguiendo estas definiciones, es fácil comprender que se puede ser poeta sin ser artista y artista sin ser poeta, y también se comprende que quien dependa de su imaginación para crear arte tenderá más a mi definición de artista que a la de poeta, mientras que quien base su creación artística en sentimientos propios, reales, no imaginarios, tenderá más a mi definición de poeta que a la de artista, pero a su vez será también artista, y un artista superior al artista imaginante, porque lo imaginario, por bien disfrazado que esté, nunca conmueve tanto como el sentimiento verdadero, y también porque, hablando de arte, la mejor forma de llegar al corazón del público es ignorándolo.

En general, cuanto más grande sea el poeta, tanto más alejado estará de la estricta verdad lo que intercala de sí mismo.
Ibíd., p. 35.

Uno sobre eso.

... Obrar con una intención determinada es lo que eleva al hombre por encima de las criaturas inferiores; hacer poesías con un fin determinado, imitar con un fin determinado, esto es lo que distingue al genio de los artistas menores que sólo escriben poesías por el gusto de hacerlo, que sólo imitan para imitar, que quedan satisfechos con el pequeño placer que les proporciona el uso de sus medios, que convierten estos medios en su único fin y exigen que también nosotros nos demos por satisfechos con el mismo mezquino placer que nace de la contemplación del uso ingenioso, pero carente de finalidad, que aquéllos hacen de sus medios.
Ibíd., p. 39.

"Obrar con una intención determinada es lo que eleva al hombre por encima de las criaturas inferiores", dice Lessing, como si las criaturas inferiores fueran simples engranajes mecánicos que se mueven siempre sin saber por qué lo hacen. Evidentemente sucede así en los casos en que priva el instinto, como cuando la tortuga de mar recién nacida en la arena corre desesperadamente hacia su medio natural sin saber por qué ni hacia dónde correr, pero en los casos en que los bichos han tenido tiempo de hacer su aprendizaje y dominar sus sentidos, como cuando el oso se pone a pescar salmones en una cascada, en esos casos el animal tiene plena conciencia de lo que intenta realizar, conoce la finalidad de su acción tan bien como nosotros conocemos la finalidad del estudio de las matemáticas. Lo que Lessing seguramente quiso decir es que cuanto menos desarrollo presenta la estructura de una especie, menor es su capacidad de actividad consciente, algo que ciertamente admito; pero aquí no estamos juzgando la capacidad intelectual de la especie humana sino su capacidad artística, las cuales no tienen que estar emparentadas necesariamente (una telaraña es una obra artística --puede conmovernos--, pero la araña no la construye intelectiva sino instintivamente).

Ahora bien; la tortuga bebé que se apura por llegar al mar, se apura por un fin determinado --que no se la coman sus depredadores terrestres--; que la tortuga misma no fuera consciente de ese fin no significa que la finalidad no existiera. El accionar de la tortuga no era intencional, pero de eso no se sigue que no tuviera finalidad. Algo así sucede con el accionar del verdadero artista, el cual, cuando es presa de una cierta fuerza que lo arrebata y que lo impele a trabajar y a la cual podríamos catalogar como "demonio poético", se pone manos a la obra sin que ninguna finalidad específica, ni siquiera una finalidad moral, lo intime concientemente a elaborar su arte, lo que por supuesto no niega la existencia de tal finalidad, y más aún: me parece que semejante ignorancia de intencionalidad es necesaria para el cumplimiento cabal de la finalidad auténtica del arte. Si la tortuga que sale del huevo tuviese poder de discernimiento y se pusiese a pensar qué le conviene hacer en lugar de salir corriendo hacia determinada dirección sin saber por qué, seguramente dicha tortuga no cumpliría la finalidad de llegar al mar que le había impuesto inconscientemente su naturaleza; y del mismo modo, si un artista se autoimpone un fin determinado al cual llegar con su arte, lo más probable es que no llegue, y si llega, lo más probable es que tal fin sea de una calidad completamente inferior al fin en sí, que es, ni más ni menos, el de provocar un estremecimiento placentero no en los sentidos sino en el espíritu de quien contempla la obra. Guiándose sólo por los designios de su genio poético --espíritu generador de sensaciones placenteras, o al menos de sensaciones supresoras de dolor--, el verdadero artista --el poeta-- se olvida del utilitarismo y de la moral y concibe así la obra más utilitaria y más moral, porque no existe principio moral más elevado que el de provocar placer en el espíritu del prójimo, y este principio se mantiene aun cuando el dador de placer no trabaje con esa intención sino en su fuero interno, como es el caso del artista poeta.

martes, 2 de junio de 2015

Los fragmentos de Novalis

Soñamos viajes a través del Universo, pero ¿no está el Universo dentro de nosotros? No conocemos las profundidades de nuestro espíritu. Hacia dentro va el camino misterioso. En ninguna parte sino dentro de nosotros, está la eternidad con sus mundos, el pasado y el porvenir.
Friedrich von Hardenberg (Novalis), Fragmentos, p. 29

Primero, conocernos a nosotros mismos; después, conocer a los demás seres vivos; por último, conocer el universo. He ahí mi orden de prioridades.

Los dolores deben ser soportables por el solo hecho de ser nosotros mismos los que los originamos, pues no sufrimos más que en la medida en que somos activos en el sufrir.
Ibíd., p. 30

El dolor es una de las dos características que distinguen a los seres superiores de los inferiores: el gusano sufre, la piedra no. Del mismo modo, cuanto mayor grado de perfección alcance un ser, más agudos serán sus dolores: el hombre sufre mucho más agudamente que el gusano. Según esta progresión, cuanto más agudamente sufra un hombre, más evolucionado será. Claro que a los dolores agudos inexorablemente los sucede la otra característica inherente a los seres superiores: la capacidad de experimentar agudos placeres. Es posible que el síndrome maniacodepresivo, que la psiquiatría contemporánea considera una enfermedad, sea el estado espiritual más elevado de todos cuantos el hombre pueda registrar.

A la humanidad le toca desempeñar un papel humorístico.
Ibíd., p. 31

El amor y el humor: si no somos capaces de percibirlos y ofrecerlos, no somos personas.

La propiedad, según nuestro concepto jurídico, es sólo una noción positiva, es decir, una noción que cesará tan pronto como cese el estado de barbarie. El derecho positivo tiene que tener fundamentos positivos a priori. Propiedad es aquello que nos da la posibilidad de exteriorizar nuestra libertad en el mundo de los sentidos.
Novalis, Fragmentos, pp. 34-5
Quien percibe la vida más allá de lo que le dictan los sentidos no necesita de la propiedad para sentirse libre.

El poeta comprende la naturaleza mejor que el sabio.
Ibíd., p. 40

Aquí mi amigo Novalis, según me parece, se confunde, y esta confusión asoma mucho más al leer otro fragmento de la misma página:

El poeta ordena, reúne, escoge, inventa --y a él mismo se le escapa por qué lo hace, exactamente, de esta y no de otra manera.

Si el poeta comprende la naturaleza mejor que el sabio, ¿por qué se le escapa ese "por qué" que al sabio nunca se le escaparía?[1] La confusión viene de unificar en el concepto de "poeta" a dos entidades distintas. En el primer fragmento Novalis se refiere a lo que yo llamo "poeta centrípeto", mientras que en el segundo hace alusión al "poeta centrífugo". Poeta centrípeto es todo ser capaz de percibir la poesía que hay detrás de cualquier forma física o mental; estos seres sí es posible que comprendan la naturaleza mejor que el sabio. El poeta centrífugo, en cambio, se caracteriza no por saber percibir la poesía sino por tener el don de facilitarles esta percepción a otros mediante la contemplación de su arte. Poeta centrípeto es el místico, poeta centrífugo es el artista. El poeta centrípeto lo es si y sólo si además es asceta; el poeta centrífugo lo es por motivos que se desconocen, y es indiferente a su poder artístico el hecho de que sea un asceta o un canalla. Puede haber poetas que sean capaces de desarrollar estas dos facultades a la vez --San Juan de la Cruz, William Blake o Xul Solar serían quizás algunos ejemplos-- , pero lo más frecuente es que los místicos no tengan la habilidad de canalizar hacia el exterior sus visiones, y que los artistas no tengan la capacidad moral necesaria como para ser, además de transmisores, receptores[2].

La poesía es una parte de la técnica filosófica.
ibíd., p. 41

Es la famosa retórica, la misma que tantos pensadores (Aristóteles, Santo Tomás de Aquino, Spinoza) desdeñaron por convicción o por incapacidad --más frecuentemente por ésta que por aquélla-- y que tan indispensable se hace a la hora de que la gente se interese por la filosofía. Pero guarda el hilo, que la retórica es una parte de la filosofía, y por lo tanto debe estar subordinada a las ideas. Un ejemplo hermosísimo de dicha subordinación se nota en los diálogos de Platón; un ejemplo pantanoso de retóricas que se independizan de la razón --que ya no son retóricas sino sofismas-- lo sufrimos en Nietzsche.

La medicina tiene que llegar a ser algo muy distinto de lo que hoy es: ciencia del arte de vivir y ciencia natural de la vida.
Ibíd., p. 43

Lo será cuando los médicos sean, además de médicos, y antes que médicos, filósofos, tal como lo era Hipócrates.

Nuestras enfermedades son todas fenómenos de una sensibilidad más elevada, que quisieran transformarse en fuerzas superiores.
Ibíd., p. 46

Y lo logran, cuando atacan a la gente moralmente sana.

El sueño es un estado mixto del cuerpo y del alma. En él están ambos químicamente ligados; esparcida el alma homogéneamente por el cuerpo todo, el hombre se haya neutralizado. La vigilia es un estado de escisión, un estado extremo, en el que el alma se halla cercada, localizada.
Ibíd., p. 49

En los sueños, mientras nuestra conciencia delira, nuestro inconsciente se nutre con la Realidad misma. Según creo, las verdaderas visiones interiores se dan mientras dormimos.

Hay que separar a Dios de la Naturaleza. Dios no tiene nada que ver con ella. Él es la meta de la naturaleza, aquello con lo cual tendrá un día ésta que armonizarse.
Ibíd., p. 52

Dios es la naturaleza en sí, la naturaleza sublimada.

Todo lo que llamamos azar proviene de Dios.
Ibíd., p. 52

Azar, al revés, se lee "raza". Las razas que piensan al revés creen en el azar.

¿Por qué no tenemos un sentido eléctrico o magnético?
Ibíd., de. 58

Lo tenemos, sólo que no acertamos a descubrir su funcionamiento.

Un instinto absoluto de perfección e integridad es una enfermedad tan pronto como se muestre destructor y nocivo para lo que es imperfecto e incompleto.
Ibíd., p. 59

Un ser superior que se muestra intolerante con los inferiores, es un ser inferior.

La verdad es un error total como la salud una enfermedad también total.
Ibíd., p. 59

Las paralelas se juntan en el punto impropio del plano. Hay otras tantas definiciones de este genio de las letras que acabo de descubrir llamado Novalis que me gustaría transcribir, pero esta vez lo haré sin comentario posterior ninguno que arruine la belleza de la frase:

Hay que estar orgulloso del dolor; cada dolor es un recuerdo de nuestro alto rango (p. 30).

No sólo la facultad de reflexión funda la teoría. Pensar, sentir y contemplar hacen una sola cosa (p. 38).

La separación entre el poeta y el pensador es sólo aparente y desventajosa para ambos. Es indicio de enfermedad y de constitución enfermiza (p. 39).

El pensador sabe hacer, de cada cosa, el todo. El filósofo se vuelve poeta. El poeta representa sólo el grado más sublime del pensador o de aquel que en vez de pensar, siente. (p. 44).

Las enfermedades son un objeto sumamente importante para la humanidad, pues es su número tan inmenso y tan grande la lucha que cada hombre tiene que sostener con ellas. Todavía conocemos de una manera muy incompleta el arte de ponerlas a nuestro servicio. Es probable que sean el estímulo y el objeto más interesante de nuestra reflexión y de nuestra actividad. De seguro se podrán obtener en este terreno frutos infinitos, especialmente, a lo que me parece, en el intelectual, en el moral, en el religioso y en no sé qué campo maravilloso más. ¿Llegaré a ser el profeta de esta arte? (pp. 45-6).

Dormir es digerir las impresiones sensitivas. Los sueños son excreciones; se originan por el movimiento peristáltico del cerebro (p. 49).

La fe es la sensación del saber; la idea es el saber de la sensación; el pensamiento, el pensar, predominan en el saber, como el sentir en la fe (p. 51).

Nos imaginamos a Dios de una manera personal, como también nos figuramos nosotros mismos de esta manera. Dios es tan absolutamente personal e individual como nosotros --pues lo que llamamos nuestro yo no es verdaderamente nuestro, sino su reflejo (p. 52).

Dios quiere dioses (p. 52).

Hay que buscar a Dios entre los mortales. El espíritu del cielo se revela del modo más nítido en los sucesos humanos, en nuestros pensamientos y en nuestros sentires (p. 53).

Amor absoluto, independientemente del corazón, fundado en la fe, esto es religión (p. 55).

Generalmente se comprende mejor lo artificial que lo natural. Hace falta más genio, pero menos talento para lo sencillo que para lo complicado (p. 60).

Fragmentos de esta clase son semillas literarias. Bien puede ser que se encuentre entre ellas algún grano vacío, ¿pero qué importa si una nos prende? (P19).
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[1] (Nota añadida el 21/8/14.) Ya platón había comprendido tempranamente que los poetas son poetas a pesar suyo: "Respecto a los poetas me di cuenta, en poco tiempo, de que no hacían por sabiduría lo que hacían, sino por ciertas dotes naturales y en estado de inspiración como los adivinos y los que recitan los oráculos. En efecto, también éstos dicen muchas cosas hermosas, pero no saben nada de lo que dicen (Apología de Sócrates, 22b-c).
[2] (Nota añadida el 24/5/4.) Ensayista escocés Thomas Carlyle fue uno de los tantos que negó esta teoría: "En un poeta digno de ese nombre, las facultades del intelecto están entretejidas de modo indisoluble con los sentimientos morales, y el ejercicio de su arte no depende más de la perfección del uno que de los otros. El poeta que no sienta de un modo tan noble como apasionado, no logrará nunca de modo duradero hacer sentir a los demás. [...] por fortuna, el deleite en los productos de la razón y de la imaginación apenas puede separarse de, cuando menos, el amor a la virtud y a la auténtica grandeza" (Vida de Schiller, pp. 153-4). Puede que el poeta centrífugo ame la virtud tan apasionadamente como el poeta centrípeto; lo que sucede es que, a diferencia del centrípeto, el poeta centrífugo suele tener una idea muy peregrina de lo que la virtud sea. Un poeta puede amar hasta el delirio a la virtud, pero si este hombre --poeta, pero no pensador-- supone que la virtud no está reñida con la opulencia, tendremos como resultado un poeta rico, o sea un poeta inmoral. ¿Y alguien sería capaz de restar méritos a la poesía de un Shakespeare o un Goethe, dos de los más grandes poetas que hayan existido jamás (a mí no me consta, pero lo dicen "los que saben") y que han sido, a la vez, dos grandes bellacos, "amantes" de la virtud en teoría y amantes de las riquezas en la práctica? Y la historia del arte confirma que muy pocos poetas tuvieron más escrúpulos que ellos a la hora de repartir sus ganancias.

lunes, 1 de junio de 2015

LOS AFORISMOS DE LICHTENBERG



Jamás se es más feliz que cuando nos sentimos impulsados por un fuerte sentimiento a vivir sólo en este mundo. Mi desgracia está en que no vivo nunca en este mundo, sino en múltiples encadenamientos de posibles combinaciones, creadas por mi imaginación con ayuda de mi conciencia.
Georg Christopher Lichtenberg, Aforismos, p. 14.

¡Pero soñar también es vivir!...

... miro la época en que pude ser casado y no lo fui, como un estado medio salvaje.
Ibíd., p. 17.

Ningún hombre se halla completo hasta que se une con la mujer amada, y viceversa.

Los ricos no valen gran cosa en ninguna parte del mundo.
Ibíd., p. 10.

Ni en ninguna parte de la historia.

A continuación transcribiré algunos de los aforismos de Lichtenberg sin interrumpirlos, anteponiendo a cada uno la numeración que se le da en el libro por mí leído (que a su vez es una recopilación). En los casos en que aparezcan tres puntos entre paréntesis (...), sucedió que ahí fue mutilada una parte del aforismo, sea que la mutilación haya corrido por mi cuenta o por cuenta de Guillermo Thiele (¿Guillermo Tell?), quien es el traductor del libro:

9: Un pensador atento encontrará en los "escritos-juguetes" de grandes hombres a menudo más enseñanzas y finezas que en sus obras serias. Lo formal, lo convencional, lo ceremonial desaparece en aquellos generalmente; y es asombroso cuántas miserables cosas convencionales hay aún en nuestra manera de narrar para la forma impresa. La mayoría de los escritores ponen una cara como alguna gente cuando hace retratarse.

16: Aquel libro tuvo el efecto que los buenos libros tienen comúnmente. Hizo más ingenuos a los ingenuos, más inteligentes a los inteligentes, y los otros miles permanecieron inmutables.

17: Hay sermones que uno no puede escuchar sin llorar de emoción, y leer, sin llorar de risa.

21: Desde la invención del arte de escribir, los ruegos han perdido mucho de su fuerza, las órdenes en cambio han ganado. Es un triste balance. Ruegos escritos son más fáciles de rechazar y órdenes escritas más fáciles de dar que las orales. Para ambas cosas es menester cierto valor que a menudo falta cuando la boca es la que lleva la palabra.

22: He hecho encuadernar los diarios del año pasado. Es indescriptible qué clase de lectura es ésta: cincuenta partes de esperanza vana, cuarenta y siete partes de profecías falsas y tres partes de verdad. Esta lectura ha desvalorizado para mí muchos de los diarios del presente año, pues pienso: "Lo que son éstos, lo fueron aquellos también".

42: Es casi imposible llevar la antorcha de la verdad por entre un gentío sin chamuscar a alguien la barba.

44: La pregunta: "¿Debe filosofar uno mismo?" Ha de ser contestada, paréceme, en la misma forma que otra semejante: "¿Debe uno afeitarse solo?" Si alguien me preguntara, contestaría así: "Si uno sabe hacerlo bien, es una gran cosa". Está bien, creo, que alguien intente aprender a hacerlo solo, pero que por nada haga los primeros ensayos en su propia garganta. ¡Actúa como ya antes de ti han actuado los más sabios, y no hagas el comienzo de tus prácticas filosóficas en lugares donde un error puede ponerte en manos del verdugo!

46: Como el hombre no reside dentro del globo que habita, sino en la superficie si se descuenta el aire, así el interior de las cosas tampoco es para el hombre, sino sólo la superficie, si se descuenta la escasa profundidad donde aún puede vivir el buzo filosófico.

48: "Dios crió al hombre a su imagen", quiere decir probablemente, que el hombre crío a Dios a la suya.

50: Más que nada me duele, en todo cuanto hago y no hago, el que mi modo de ver el mundo debe ser igual al del hombre común, y eso que yo científicamente sé que éste lo ve mal.

53: (...) No encontramos ninguna causa en las cosas sino que notamos sólo aquello que entra en nosotros porque algo en nosotros lo llama. Adonde quiera que miremos, no vemos más que a nosotros.


58: En todos los idiomas se dice: "Yo pienso, yo siento, yo respiro, yo he recibido una paliza, y yo comparo, yo me acuerdo del color, yo me acuerdo de la frase". Lo que en nosotros se acuerda del color y lo que se acuerda de la frase, quizá no sea una y la misma cosa, como tampoco lo que recibe la paliza y lo que compara. Todo movimiento en el mundo tiene su causa en algo que no es movimiento. ¿Por qué la fuerza universal no ha de ser también la causa de mis pensamientos, así como es la causa de la fermentación?

64: Nuestros filósofos escuchan demasiado poco la voz del sentimiento o, mejor, tienen raras veces el sentido bastante refinado, de modo que ante cualquier acaecimiento en el mundo indican más bien lo que ellos saben y no cómo y qué sienten frente a él. Esto no tiene valor, ya que así no nos acercamos ni un paso más a la filosofía propiamente dicha. Pues lo que el hombre puede saber, ¿es acaso precisamente aquello que debe saber?


67: Los pequeños experimentos que hacemos y nuestros esfuerzos particulares por más insignificantes que sean, a menudo contribuyen, sin embargo, a formar el gran río que desemboca en el mar de la infinidad, si bien ese río, imponiendo su nombre, devora todos los arroyitos. ¿Qué le quedaría al Rin si a los arroyitos se les ocurriese sustraerle lo suyo?

68: ¡Cuantas ideas no flotan en mi cabeza, dispersas, de las que muchos pares, si se uniesen, pudieran causar el mayor descubrimiento! Pero yacen tan separadas como el azufre de Goslar del salitre de las Indias orientales y del polvo en las carboneras del Eischsfeld, los que combinados darían pólvora. ¡Cuánto tiempo antes han existido los ingredientes de la pólvora, que la pólvora misma! Una aqua regis natural no existe. Si nosotros al reflexionar nos abandonamos al natural encaje de las formas intelectuales y de la razón, unos conceptos a menudo se adhieren a otros de modo que no pueden unirse a los que en realidad les son afines. ¡Si en esto hubiese algo como el  desleimiento en química, donde las distintas partes nadan, levemente suspensas, y por ende pueden seguir cualquier corriente! Pero como esto no puede ser, debemos agrupar las cosas a propósito. Se debe experimentar con ideas.

69: ¿quién sabe si un perro, un rato antes de dormirse, un elefante borracho no tienen ideas que no serían indignas de un maestro de filosofía? Pero éstas les son inútiles y vuelven a esfumarse por obra de sus órganos sensoriales demasiado irritables.

70: Podría concebirse un ser que razona, al que resultara más fácil ver lo futuro que lo pasado. En los impulsos de los insectos hay ya mucho que nos debe hacer creer que ellos son guiados más por lo futuro que por lo pasado. Si los animales recordasen tanto lo pasado como presienten lo futuro, muchos insectos nos superarían; pero así la fuerza del presentimiento parece estar siempre en proporción inversa al recuerdo de lo pasado.

71: Hay una gran diferencia entre creer todavía algo y creerlo de nuevo. Creer todavía que la luna acciona sobre las plantas, revela estupidez y superstición, pero creerlo de nuevo, atestigua filosofía y reflexión.

73: ¿Hará la música crecer a las plantas o habrá entre las plantas algunas que son musicales?

74: Ayer llovió todo el día, y hoy brillaba el sol todo el día. ¿Cuántos acaecimientos de mi vida hubieran tomado otro rumbo si hubiese llovido hoy y el sol hubiese brillado ayer? (...)

75: La duda no debe ser otra cosa que vigilancia, si no puede llegar a ser peligrosa.

77: Nosotros, la cola del mundo, no sabemos qué propósitos tiene la cabeza.

81: El hombre es una obra maestra de la creación ya por el mero hecho de que, con todo determinismo, cree actuar como ser libre.

100: Hombres diestros en observarse a sí mismos e íntimamente conscientes de tal superioridad, se alegran a menudo al descubrir la propia flaqueza, cuando el descubrimiento debiera entristecerles. Tanto más vale en muchos el profesor que el hombre .

101: ¡Cómo sé mentirme! Una mitad de mí puede poner cara de ingenuo para engañar a la otra. ¿Hay algo más raro que el ser humano? (...)

109: Cuando se es joven apenas se sabe que se vive. La sensación de salud sólo se adquiere por la enfermedad. Cuando damos un salto, sentimos que la tierra nos atrae, por el choque al caer. Cuando se presenta la vejez, el estado de enfermedad se torna una especie de salud, y uno ya no se apercibe de que está enfermo. Si no se conservase el recuerdo de lo pasado, poco se advertiría el cambio. Por ello creo también que los animales no envejecen sino a nuestro modo de ver. Una ardilla que en el día supremo lleva la vida solitaria de una ostra, no es más desgraciada que la ostra. Pero el hombre que vive en tres ámbitos, en el pasado, en el presente y en el porvenir, puede ser desgraciado por el fracaso de uno de los tres. La religión añadió hasta un cuarto: la eternidad.

113: La naturaleza ha creado las mujeres de modo que no actúen según principios sino por sentimiento.

116: Los reyes creen a menudo que lo que hacen sus generales y almirantes, es patriotismo y afán de honor personal. Pero más a menudo el móvil de grandes actos es sólo una muchacha que lee el diario.

118: Estoy convencido de que uno no sólo se ama en otros sino se odia también en otros.

119: Cada cual es un genio al menos una vez por año. Sólo que los genios propiamente dichos tienen las buenas ocurrencias más seguidas. (...)

120: Muy a menudo he meditado en qué, mirándolo bien, el gran genio se distingue del vulgo. He aquí algunas observaciones. El intelecto común va siempre conforme a la opinión predominante y a la última moda, considera el estado en que todo actualmente se halla, como el único posible y permanece pasivo ante todo. No se le ocurre que cada cosa, desde la forma de los muebles hasta la hipótesis más útil, fue resuelta en el gran consejo de los hombres de que él es partícipe. Lleva suelas delgadas en sus zapatos aunque las piedras puntiagudas le magullen los pies; permite que, por la moda, le pongan las hebillas de los zapatos muy cerca de los dedos, aunque se le escurra el zapato constantemente. No para mientes en la idea de que la forma de los zapatos depende tanto de él como de aquel compadrito que fue el primero en usarlos finitos sobre el mísero adoquinado. Al gran genio se le ocurre por doquier: ¿Esto acaso no podría ser también falso? No da nunca su voto sin reflexionar. Conocí un hombre de gran talento cuyo sistema de opiniones como también su ropaje se distinguía por el orden y la utilidad particulares; no aceptaba nada en su casa sin percatarse antes de su ventaja. Le era imposible adquirir algo sólo porque otra gente lo tenía así. Pensaba así: "Conque han decidido si mí que esto deba ser así; quizá lo hubieran resuelto de otro modo si yo hubiese intervenido". Hay que agradecer a tales hombres que al menos sacudan de vez en cuando lo que quiere asentarse, pues para ellos es aún demasiado joven nuestro mundo. Todavía no debemos llegar a ser chinos. Si las distintas naciones estuviesen totalmente separadas la una de la otra, quizá todas, si bien en distintos grados de perfección, hubieran llegado a aquella inacción china.

122: Parte de gloria de los hombres más famosos se debe siempre a la miopía de sus admiradores. (...)

123: En el carácter de todo hombre hay algo que no se puede quebrar: el esqueleto del carácter; y el querer modificarlo es siempre adiestrar una oveja para perro colaborador[1].

128: Nada se juzga más superficialmente que el carácter de los hombres, y sin embargo en nada deberíamos ser más circunspectos. En ninguna cosa se aguarda menos hasta ver el conjunto básico que hace el carácter, que en esto. Siempre me pareció que la llamada mala gente gana si se la conoce más de cerca, y la buena pierde.

141: A veces, cuando había tomado mucho café y por ello me asustaba de todo, podía percibir bien exactamente que me asustaba antes de que oyera el ruido. Luego oímos --por así decir-- aun con otros órganos que con los oídos.

142: Aún no he encontrado a nadie que no afirme que cortar papel de estaño con una tijera, causa sensación agradable.

156: La mosca que no quiere ser muerta, para mayor seguridad se posa sobre el mismo matamoscas.

166: Creo que en los estudios sucede lo mismo que en la horticultura: no importa quién planta, ni quién riega, sino Dios que da la prosperidad. Me voy a explicar. Seguramente hacemos gran cantidad de cosas creyendo hacerlas a sabiendas y, en realidad, las hacemos sin saberlo. Hay en nuestro ánimo algo como el brillo del sol y los cambios de tiempo, que no depende de nosotros. Si yo escribo sobre un tema, lo mejor se me ocurre siempre sin que yo pueda indicar dónde.

167: La plebe se arruina por la carne que con demasiada apetencia va contra el espíritu, y el sabio por el espíritu que con demasiada apetencia va contra la carne.

171: (...) El que entiende sólo de química, no entiende bien ni siquiera de ella.

173: (...) Cuando escribe para sí mismo, el hombre escribe siempre bien, sin excepción.

174: Las anticipaciones del genio son atrevidas y grandes, y a menudo penetran en lo hondo, pero la fuerza para ello merma temprano. La razón sistemática no se anticipa tan audazmente, pero aguanta más tiempo. Raras veces se es un impulsivo anticipador después de llegar a los sesenta años, pero siempre se puede ser todavía un pensador muy bueno, metódico e ingenioso. Uno que ha llegado a esa edad, raras veces engendra hijos, pero se torna tanto más hábil para educar a los engendrados, y la educación es otra especie de engendramiento.

182: Es una mala recompensa que un muchacho en cuya educación se ha invertido algo, acabe por ser poeta. Apenas un cuarto de hora de serenatas en pago de un servicio de años. Padres que advierten que su hijo quiere ser poeta profesional, deberían azotarlo hasta que desista de hacer versos o hasta que se torne gran poeta.

186: Disminuir las necesidades sería, creo, lo que debería inculcarse absolutamente a la juventud y tratar de fortalecerla para ello. Cuantas menos necesidades, tanto más felicidad: es ésta una verdad antigua, pero muy mal conocida.

188: Hacer un voto es un pecado mayor que el de no cumplirlo.

194: ¿Cómo, no han mejorado los vinos dejándolos reposar? ¿Por qué no mejoramos aún otras cosas mediante el tiempo? (...)

201: Sin íntima convicción, ni el honor, ni la dicha, ni el aplauso del mundo lograrían ponerme contento, y si lo estoy por propia convicción, el juicio de un mundo entero no me puede turbar este placer. (...) Yo al menos, cuando enfermo, guardando cama en mi habitáculo, he tenido momentos que sin reparo cuento entre los más dichosos de mi vida; tristes también, como va de suyo, pero igualmente tristes con plena salud, y fuera de la cama.

204: Es una sensación muy desagradable para mí el que alguien me tenga compasión en el sentido que comúnmente se da al término. Por ello la gente cuando anda muy mal reñida con alguien, usa la frase: "Éste me da lástima". Esta especie de compasión es una limosna, y limosnas suponen indigencia por un lado y abundancia por otro, por más pequeña que sea. (...) Pero existe una compasión mucho menos egoísta que verdaderamente toma parte y que procede rápidamente a la acción y salvación y raras veces es acompañada por un sentimentalismo melancolizante (perdóneseme la palabra). Se podría denominar a aquélla la compasión limosnera y a ésta de la alianza ofensiva y defensiva. (...)

214: Los ojos de una mujer son para mí una parte tan esencial, los miro tantas veces, me imagino tantas cosas por ellos que --si yo no fuese más que cabeza-- por mí las muchachas podrían ser nada más que ojo.

215: Su enagua era roja y azul, con rayas muy anchas y parecía hecha del telón de un teatro. Mucho habría yo dado por tener una butaca en primera fila; pero no hubo función.

219: A veces cuando leo en uno de mis viejos cuadernos de notas un buen pensamiento mío, me maravilla cómo ha podido volverse tan ajeno a mí y a mi sistema, y luego me alegro tanto de él como del pensamiento de uno de mis antepasados.

195: Estoy decidido a no contarle ni una mentira a este libro; quiero que sea un cristal donde en tiempos venideros yo me pueda ver reflejado aún. (...)

Ya somos dos, Jorge.


[1] Es lo que yo llamo la componente predominante del temperamento, que se puede regular, mas no modificar de raíz (ver anotaciones del 20/10/97).